Tres cuartas partes de un cuerpo salieron a
caminar la mañana. La otra cuarta decidió quedarse sola sin saber para qué. Leer
no podía porque sus ojos y la cabeza estaban en las tres cuartas partes
que andaban por ahí, disfrutando la mañana. Tampoco podía pasar las páginas de
algún libro ni hacer algo útil, ya que las manos habían salido a pasarla bien
con las otras tres. Éstas recorrieron las veredas con lapachos y sus capullos
en flor adornando la costanera. Observaron la angosta franja de ceibos que
hermoseaban la isla y las gaviotas cuando picoteaban la cabeza de pececitos que asomaban sus coronas plateadas
en una estela que el sol pintaba sobre el río. Entre las matas floridas
apareció una gata tricolor y se acercó maullando hasta el pie del cuerpo que se mantenía firme. Las
tres, en silencio, se inclinaron para acariciarla. Una niñita de 5 años se
arrodilló a un costado diciendo: - Esta gata se llama Ana, igual que yo-. ¡Eh!...exclamó con un silbido
de asombro una de las partes del cuerpo,
–Y yo también - . Las tres Ana maullaron al compás del murmullo del
viento y se despidieron con la promesa de un nuevo encuentro, un día de estos,
a la misma hora y en el mismo lugar. Mientras
tanto la parte del cuerpo que había decidido quedarse solitaria sin saber por
qué, se sentía impaciente, elucubrando qué podrían estar haciendo a esas
alturas las tres cuartas partes del cuerpo que habían decidido salir a disfrutar
esa mañana de luces que teñían los mástiles de barcos ultramarinos. Pensó:
¿cómo puede ser que tres cuartas partes de un cuerpo puedan salir a caminar?.
Eso, ¡es físicamente imposible!. Lo que esa aburrida parte del cuerpo que había decidido
quedarse mascullando en su infinita soledad no sabía, es que la mayoría de las
veces, la imaginación, no necesita muletas.