SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

viernes, 27 de junio de 2014

EXTRAÑEZA

avanzó la noche y no supe de vos

en la ventana una gata maullaba
la sombra de una percha


desnuda de tu mar


Ana Danich (de: contemplación)

lunes, 23 de junio de 2014

LUNES OTRA VEZ

Lunes, 6 de la mañana. Despierto escuchando las gotas que caen sobre la chapa del aire acondicionado.  Enciendo la luz, un maullido se desliza por la hendidura de la puerta de mi habitación. Abro los ojos, me pesan, el lagrimal esta seco, anoche una avispa depositó su veneno ahí y arde.

Apoyo un  pie en el suelo. El frío del parqué muerde la punta de mis dedos. Los contraigo. Deslizo mi mano por los bordes de la pared, una sensación de vacío me envuelve como si no hubiera luz que alcanzara a despejar el camino.

El cuerpo me pesa como un saco humano embestido en el ring. Un fuerte dolor golpea mi nuca mientras camino por la habitación. Mis piernas entumecidas se resisten a ejecutar la opereta de todos los días.  Siento que el piso en un segundo se transforma en un colchón de hojas  mullidas como si en breves instantes se hubiese  aglomerado aquí el otoño muerto hace dos días. Es invierno y ellas vinieron  para resguardarse del frío que sacude las ramas de los árboles.

Escucho una puerta que se abre en el departamento vecino. Introducen una llave que golpetea en la concavidad de la cerradura. Los niños comenzaron a  quejarse resquebrajando el silencio de la madrugada. Confundo sus llantos con el  de un gato encerrado en el cajón de una cómoda.

Muerdo una hebra de piel que sobresale de mi dedo índice. La sangre corre por la uña y el dolor perfora. En la cocina, lleno una taza con vinagre y lo introduzco, me tapo la boca para que no se escuche el alarido. He provocado el tormento con el mismo placer que siente un niño destripando la muñeca de su hermana. Lamo mi dedo después del sacrificio y lo escruto como si él fuera a contestar  las preguntas que jamás nadie hizo. Me responde en carne viva.

La mañana con su runtuntún golpea la ventana. Es lo que estaba esperando.



Ana Danich

domingo, 22 de junio de 2014

jueves, 19 de junio de 2014

INRI

eres  clavado sobre mi cuerpo
un pájaro sin alas
desclava la rama y la hierba de mi sombra
ven a mí desnudo y en llamas
ven

y sálvame

Ana Danich (de: Cuerpo de Piedra)

EXTRANJERAS


Desperté hablando otro idioma
envuelta en sudor
extenuada por la fiebre
en una cama extranjera.

sandra pasquini.

Me dormí hablando el mismo idioma
envuelta en una carta de olvido
atrapada por su fuego
en un cama extranjera

ana danich

te olvido
de tan extranjera
no tuve idioma,
nunca te halle
dormi bajo el olvido
sostuve un fuego nocturno
con piedra ajena

maria cristina valle



Ausencia


Pienso la tarde como un
enjambre de fantásticas abejas
que pululan misteriosas
sobre la miel oblicua del sol.
Con los ojos cerrados la pienso silenciosa
declinando en la fría muralla de los techos.
Con los dedos como agujas
tejo una malla de silencio
y me coso la boca
con el hilo dorado de tu ausencia,
desterrado de mí


siempre.

ana danich 

Cartas

Entenebrada en la noche de nostalgias que me asolan
recé a la virgen por el tiempo que sentí perdido.
Y en la agonía voraz del desconcierto
que opaca las almas, susurré tu nombre…
que anda navegando en las mareas hambreadas de silencio
hasta las orillas del puerto donde me esperas
coronada de salitre, tu cabeza infinita.


ana danich

Cartas


Éramos como náufragos con hierros ceñidos a sus pies,
errantes por el mundo íbamos,
vagando en las constelaciones, sin rumbo cierto.

Éramos naves a la deriva.


Ansiosos arrojamos nuestras sombras
hacia los puertos que aguardaban
el bramido sonoro de los barcos.
Éramos como esos puertos
que anhelan el fulgor que desenvaina
la mañana, cuándo tu mano
serpenteó las orillas agitadas de mi sueño,
y cerré mis ojos para que de ellos no huyeran
las últimas imágenes de tu cuerpo.


ana danich

Aguja

En el norte son las tres
la aguja
gime el territorio de la noche
son las tres
grita el cuerpo
enclavado en el puerto del dolor.



ana danich

lunes, 9 de junio de 2014

HAMBRE

Tengo hambre.

Por la rendija de la puerta principal se desliza al interior un olor que mi olfato reconoce. Salgo sin encender la luz a rastrearlo por el túnel.  Persigo el olor hasta la escalera, subo los escalones hacia el tercer piso,  bajo los escalones hasta segundo piso. Mi nariz percibe   la sutil evaporación de los restos que dejó la noche en los cestos de basura. En un rincón encuentro el que buscaba, en su interior cohabitan  botellas que irradian la desmesura de la fiesta, colillas de cigarrillos con labios rojos adheridos a sus filtros, huesos de animales inmolados, cáscaras de nueces en donde aparecen minúsculos gusanitos asfixiados. Lo usual de toda fiesta.  Huelo las sobras adentro del tacho e  introduzco mi cabeza, es ella la que me indica la ruta que debo seguir. Incrusto mis manos que aún huelen a  sexo extirpado en los incontables días de soledad. Remueven las sobras atrapadas en las bolsas, la huella de los vecinos ha quedado impregnada, viciando con su estela  nauseabunda el aire del contenedor.

Tengo hambre.

Con minuciosa agitación extraigo  cada una de las sobras. Hay un olor en ese recipiente que me recuerda un  viento soplando desde otro continente. África está ahí con sus múltiples metralletas convocando al sacrificio.

Tengo hambre.

Encuentro un paquete sellado con cinta  adhesiva. Mis uñas libran la batalla feroz del hambriento al que le urge masticar con sus dientes el preciado bien que dejaron los otros en la sombra del entrepiso. Abro el envoltorio. Una figura de sangre congelada se yergue como la escultura de una pitonisa apolínea  sobre las noticias truculentas que nos relata la hoja principal del diario.

Tengo hambre.

Qué lástima haber olvidado el chuchillo para cortarla en trozos. Mis dedos se afilan. Desgarro la cabeza e introduzco el cerebro  en mi boca, saboreándolo lentamente. El cerebro de la muchacha grita: -¡no me comas, no me comas!-.  Mi saliva lo disuelve con esa ternura estremecedora que tienen los fluidos al deglutir al animal. A continuación, el corazón. El corazón de la muchacha  grita: -¡no me comas, no me comas!-. Percibo entre mis dientes  cuán duro y envejecido está, sin embargo, lo trago como a una piedra amarga. Sigo con el útero. El útero de la muchacha  grita: -¿también me comerás?-. Lo devoro brutalmente, como si fuera una bestia que salta al presente desde un tiempo inmemorial. Lo que resta del cuerpo de sangre lo devuelvo a la basura. Salvo las manos que servirán para cavar.

Qué más da, si ya no tengo hambre.



ANA DANICH (de: VEINTE CUENTOS EN CUCLILLAS) 


jueves, 5 de junio de 2014

Dragones

                                                                                                           a Miriam Cairo

Regreso a mi niñez, cuando jugaba con osos hormigueros en el patio de mi casa, robando naranjas de oro a las higueras, mientras llovían petirrojos desde  el centro de la tierra y los gatos eran peces que chapoteaban entre geranios de algodón. Cuatro dragones bordados sobre mi vestidito de niña, que ahora mismo ha transmutado al rojo y me vuelvo iridiscente de pies a cabeza, mientras mi dragón (el único que tengo, aunque me gustaría tener otros)  hace un giro con su alas, ríe y mueve su cola de escamas, hacía ese lugar en donde está escrito tu nombre con letras mar.


ana danich