SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

domingo, 30 de junio de 2013

"EL PARANÁ"

Nadie que no haya mojado su pie en este río comprende el profundo significado que tiene para nosotros. El ala temblorosa de la garza cuando levanta vuelo y quiebra el silencio del amanecer.  El costillar de la isla que emerge de sus aguas. La mañana destellando con su música sobre el verde de los Timbó,  Espinillos y  Sauces. El ronroneo de barcos ultramarinos esperando su entrada al puerto. El piar de los cardenales de rojas cabecitas picoteando el oro de la playa. El ulular del viento galopando salvaje en los días tormentosos cuando  una escucha que en su lecho se agita la historia de los huesitos que descansan pegados a su limo. Las gaviotas planeando al ras y el pez que asoma de las aguas sus tristes agallas sentenciadas. Las tardes de verano sentadas mi amiga y yo frente al Paraná, cuando el bullicio de nuestra pequeña ciudad cesaba y las olitas salpicaban nuestras manos, todo era silencio y descanso; el retumbe del remanso,  las vacas y caballos que vivían en la isla, las aves volando hacia sus nidos, la luna que asomaba tímidamente en el firmamento, el misterio de universo que abría su paso en el ocaso. Estamos en permanente diálogo con nuestro río, él nos ha visto madurar, escribir, soñar y vivir cada uno a su manera, el nos mira, nos cobija, nutre cada instante de nuestra vida y cuando llegue la hora será mi cuna, abrazando los cuerpos del olvido.


Ana Danich: (de: Contemplación)



miércoles, 19 de junio de 2013

A UN BENTEVEO

                                                          Yo también vi morir a un pájaro.
                                                                                                 Rubén Plaza

¿qué piensa el benteveo cuando ve el ficus reflejado en la ventana?

¿piensa que es otro universo que se abre detrás de ella?

¿existe uno del otro lado del sol?

¿otros territorios nuevos o viejos, otro horizonte, otro viento entre las hojas?

¿qué piensa el benteveo cuando quiebra su pico contra el vidrio?

mas tarde, un hilo púrpura agita la mañana /

piensa al pájaro que agoniza en la hierba /

su cabeza mutilada /

su sol oscurecido /

limpié su herida con aguita /

dos minutos antes /

su última contracción...


Ana Danich  (de: Contemplación)



domingo, 16 de junio de 2013

JUNIO

Se detiene la callada mañana de Junio

esgrime la lengua su silencio visceral

nada más obstinado que un caballo

pateando el cristal de las ventanas.

El humo evapora en la ceniza

el contorno simulado de la niebla

es otra aquella / la que amaba

ataja su pecho una espada de luz.

Blanca / titila la retina del recuerdo

la brizna se inclina hacia el pasado

al retrato de tu gesto bien amado

cuando éramos dos y yo era niña

y juntábamos mandarinas en el patio.

Y me dirán ahora que es en vano

mirar el árbol que cayó de viejo

si vino el viento al encuentro de la llama

y no hubo lluvia que detuviera la hojarasca.

Y me dirán ahora que es en vano

el transcurrir de días otoñales

siempre llega la fecha / siempre llega

y tiemblan mis manos como ramas,


entre las hojas / el sol de tu mirada.


ANA DANICH (de: Cuerpo de Piedra)

MALDITO JUNIO

Imperceptible cae sobre mí la sotana del atardecer. Maldito Junio que llegas con tu boca hambrienta de cadáveres a saborear los desperdicios de este día. Nadie conoce el instante preciso cuando arrancaste  el útero y lo devoraste como a un conejo negro, ese día de dientes apretados y lengua carcomida por el tiempo, cuando  guardaste en tu congelador los últimos vestigios porque no te conformaste con sorber la última gota inocente. Otra vez estás aquí, golpeando la ventana y mirándome con los ojos del exilio.  Tu gesto invernal hurga los recodos de la casa.  Sabes que falta menos tiempo y que los días se acercan sigilosos como puñales lanzados desde ese lugar que solo nosotros conocemos. Abominable Junio que traes guardado en tu bolsillo el grito silencioso de los huesos y en tus uñas se pudre la tierra del foso que cavaste. Entra y olvidaré que alguna vez robaste los recuerdos de esta casa. Ellas ya no retornarán en las alas de ese ángel que alguna vez lloró la ausencia del amor. La obstinada cerrará los ojos y te dejará hacer, si es que te atreves, si es que puedes. En esta casa no habitan suplicantes.


Ana Danich (de: Cuerpo de Piedra)

ÉL Y YO

Hace quince años compramos a un anticuario

dos preciosas estatuas de ébano Nigerianas

él lucía  un glorioso rostro masculino

en su brazo izquierdo un magnífico escudo

y en el derecho una lanza  de punta dorada,

el pecho de ella un abalorio de piedras coloridas

en su brazo derecho sostenía un niño de  meses

y en la mano izquierda un mortero para moler el trigo.

Las trajimos a casa y cada día las adorábamos

los primeros tres años las colocamos

en una mesita para que lucieran su esplendor

hasta que un día un amigo se incrustó la lanza

entre el esternón y su pulmón fumador

ese día decidimos cambiarlas de lugar

fueron a parar a un rincón del antiguo apartamento

sin querer la mucama las volteó con el plumero

 las estatuas  rodaron  por el suelo hasta quebrarle

 la punta de la lanza y el escudo protector

ella sin su collar africano y con su pie partido.

Entonces decidimos envolverlas en papel de diario

y guardarlas en la parte superior del placard

hoy, buscando uno de los tantos objetos perdidos

abrí las puertas y cayó el envoltorio entre mis manos

atiné a sujetarlo y después de abrirlo recordé su historia.

Ahora están en un rincón del nuevo apartamento

las dos estatuas preciosas de ébano, él sin lanza ni escudo

ella sin collar africano y con  rajadura en el pie.

Es  hora de dormir, estamos sentados en la cama

miramos las estatuas de ébano, recordamos como fueron,

diez minutos antes de apagar la luz.  Él y yo.



Ana Danich    8 de Junio de 2013