SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

viernes, 9 de junio de 2017

RUBIA INTENCIONAL DE MARÍA LYDA CANOSO

Presentación del libro Rubia Intencional de María Lyda Canoso

Rubia Intencional es un libro que apasiona desde su inicio, en especial a mí, porque con ella tenemos gustos en común: el jazz, el cine, los artistas plásticos, los trenes y barcos que en sus poemas desarrolla con gran maestría, el arte en general está plasmado en cada uno de ellos.

Imagino a Marily a las tres de la madrugada sentada en su silla frente a la computadora, tecleando sin pausa cada una de las imágenes que contiene este libro,  imágenes que estallan de sus sueños en la oscuridad de la noche, de su intercambio con la otra que es otra y es ella.

Me canso de ser otra le hace decir a Billie, y en el poema, Marily asume su personalidad y se convierte en otra, es ella y es la otra. Es Billie con su fabulosa garganta cantando la oscuridad y el quiebre,  y es la vendedora de naranjas de la avenida que pasa por frente al Cotton Club.

Son ellas en blanco y negro caminando por los campos de algodón, cantando Góspel mientras la sangre de los sacrificios mancha los copos y la luna, y su cintura le arde con el ardor de los padecimientos.

El libro: Rubia Intencional es todo movimiento. La velocidad de los trenes y los subtes, su andar vertiginoso y también la calma de los transatlánticos. De todas las maneras ella ve el paisaje o lo ve a través de las películas que ha visto en el pasado. Viaja, pero no va a ninguna parte, sabe que nadie la espera, que todo es vacío, un flotar entre el arriba y el abajo, y huye para recobrar otra dimensión en esa longitud de onda conocida.

Dialoga consigo  misma o con la otra que ella ha creado. En sus poemas existe un desdoblamiento, un permanente ir y venir entre el sueño y la realidad, a veces agobiante, o casi siempre.
Como lo suyo es un siempre soñar, un viaje continuo entre el sueño y la vigilia, viaja a Comala de Juan Rulfo. En ese viaje desea entretenerse con los espejismos y fundirse con la noche, aunque sabe que ese viaje es un siempre pasajero. Imposible soportar tanta tristeza, escribe.

“Cuando huye el día” es un poema ambivalente, que va desde un lugar de luz a uno de sombras, el que atravesará sobre un alambre tenso al que teme, porque al hacerlo puede caer en el abismo. Es una carga pesada la que lleva, que ni el humor ni el amor podrán con esa sensación de abatimiento.

Es en la instancia de la vigilia cuando la poeta atrapa el poema y lucha para no perderlo. El arte en su máxima expresión, los colores de la paleta de Giorgio De Chirico, Claude Monet o las estrellas de Van Gogh culminan en estados emocionales propios de la poeta que abre sus ojos para descubrir la belleza que, como todo lo que existe en este mundo, no está desprovista de lo terrible. En ese juego de ida y vuelta, de sentimientos que se contraponen y luchan por dominar al otro, ahí es donde descubrimos la mente poderosa de María Lyda Canoso.

¿Qué otra cosa puede hacer el poeta sino convertir el arte en un viaje? Eso es lo que hace María Lyda Canoso. Ella navega en un acorazado desde donde ve por el ojo de buey la calma del mar, el irse el mal sueño de la madrugada mientras teclea el poema final. Aunque todos sabemos que no existe el final del poema, sino una continuación de ese viaje que queda retenido en nuestra memoria para transformarnos en seres que gozamos entre luces y sombras hasta escuchar el estallido del silencio.


Ana Danich


viernes, 24 de junio de 2016

LA FLOR

¿La flor tiene alma? ¿Siente el dolor del poeta?          (a Sandra Gudiño)
  
La flor habla a su manera, siente a su manera, percibe el mundo desde su propia alma que es espíritu aunque nosotros solo veamos materia o nos parezca que lo es. La fugacidad de su transcurso por la vida tal vez no le permita hacerse cargo del sufrimiento del poeta, porque cada uno de nosotros debe hacerse cargo de sí mismo, aunque a veces parezca imposible…

La tarea de la flor no es ser intelectual, es más compleja.

Cuando observamos una flor que resplandece en la penumbra del atardecer, percibimos que es suficiente para calmar nuestro sufrimiento. Esa es su misión y que le es sobradamente pesada.

La flor escucha el  llanto o la queja que el poeta emite cuando su vida se derrumba en la soledad al no sentirse comprendido y ella,  que aparenta permanecer quieta o distante, pero que en el acto sencillo de embellecer la mirada o suavizarla llenándola de tersura, es suficiente para que sepamos que comprende el instante en que el ser quiere desprenderse de la piedra. Pero el hombre es como Sísifo, todos lo somos, tal vez porque el peso del pensamiento es inherente a nosotros y como tal, debemos cargarlo.

Coleridge alguna vez escribió: "Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano...¿entonces qué?"...

Entonces, ama la flor, siéntate a observarla, huele su piel de terciopelo, ve como cierra sus pétalos con el frío de la noche, cántale una canción de bienvenida, y cuéntale tu sufrimiento, pero jamás pretendas que ella se haga cargo de tu intelectualidad, porque la flor nació para aliviar tu transcurso, mas lo hace con la sencillez que la natura le regaló para que los seres humanos soportemos el camino de espinas que está construido necesariamente para eso, para saber que existe una flor capaz de obligarnos a detenernos, reposar nuestros ojos sobre ella, y darnos cuenta que vale la pena continuar…



 Ana Danich


sábado, 31 de octubre de 2015

NUBES


Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir los ojos y secármelos con los dedos: el cielo limpio, y después una nube que entraba por la izquierda, paseaba lentamente su gracia y se perdía por la derecha. Y luego otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión.
Julio Cortázar - (de Las babas del diablo)


Diría que alguna que otra golondrina que esta mañana se acerca desafiante a mi ventana mientras fumo el primer cigarrillo (ya sé que mata, pero no puedo escribir sin la dosis diaria...) se acerca y con su pico me alerta bulliciosa como si desde adentro de su pecho me increpara con una lanza de fuego que no es roja sino azul de un tornasol parecido a su pequeño pechito de ave errante de los acantilados ultramarinos, viajera de estos cuatro años en que llega en los octubres, a veces los septiembres o tal vez sea otra, porque una nunca sabe si es la misma la que se acerca a mi ventana, aunque prefiero imaginar que es la misma que hace años picotea el vidrio desafiándome, insistiéndome, martillando con su canturreo mañanero mis oídos que pueden ser los de un tísico, (eso dicen) con su gorjeo feroz, tanto griterío encerrado en ese pequeño cuerpo de golondrina, como si fuera la de Amelie...que lleva una daga clavada debajo de su ala, dispuesta al peor crimen que puede cometer un ave, que es dejarnos con el cuello torcido y los ojos abiertos intentando atrapar el cielo que se contornea entre las nubes...y qué se yo...

ana danich

lunes, 28 de septiembre de 2015

"CUERPO DE PIEDRA" - Prólogo de Humberto Lobbosco


La mujer se expone sobre la piedra sacrificial y se juzga a sí misma en una ceremonia de piedad despiadada. Le implora a su Dios en sacrificio perpetuo una solución que no existe. Porque el cuerpo se le escapa de todo control, roto, partido en pedazos, y pega alaridos en el ara poética, y se mutila y se queja y se duele y se inscribe de la única manera posible para quedar: en la poesía.

La poesía viene a sustituir lo que es deseo permanente y herida para siempre. Por eso la poesía lleva toda su historia inervada en sus huesos; es un todo ella y la poesía; y las vértebras cervicales, hacen ese puente en pedazos que une el cuerpo (el soma, la carne herida y en clamor) con el espíritu (ese cerebro que tampoco da tregua alguna) y el lenguaje escuece y llamea e incandesce. Por eso la poesía también es palmario territorio dañado y en pureza de niña. Por eso se enmaraña en los atajos del delirio y se grita eslabón que teme ser último y quedar espernada. Por eso su madre aúlla desde los adentros de la hija que se pare poesía y se azota de verso en verso y atropella una realidad que sólo es una máscara y una mueca, porque la realidad que el ojo de la cara ve es espanto y estrago, y ahí empieza a ser intempestiva y rasga la herida y también hurga en la historia que la toca y se hace fiscal de algo que la hiere también: por eso se muestra, a diferencia de tanta poesía resignada o solo estetizante, en una voz contemporánea que hinca el punzón en la hendija, en la grieta, en lo que también quema.

De ese ombligo o de ese útero o de ese pecho o de ese adentro tan herido sale a correr en llamas de lenguaje fuerte, puro y duro por el mundo y brama y reclama porque no entiende por qué Dios permite el napalm o por qué es posible que un niño, aunque sea sólo uno, sufra en este mundo que la tiene a ella que a pesar de todo su deseo no puede curar la herida que no cesa de chorrear tanta humanidad, que así no tendría que ser.
La poeta, la mujer que apela al mundo, porque se sabe totalidad en su poesía, se hace y se escande en cada una de las criaturas que sufren, y es el animal maltratado y es el niño herido y es el hombre vencido y es la mujer dadora, y pone el dolor del mundo en ella, lo carga, lo lleva, lo quiere lavar, limpiar, lo quiere parir niño puro, como una loba de mito que pare un mundo nuevo que pueda ser vivible.

Siempre el verso elevándose como anatema en la poesía, porque no se conforma,  no se resigna a ser ruiseñor, no se puede quedar sólo con eso: lo ideal. Entonces sale a entregar todo el amor desesperado, ese amor que siente que se quema en las ascuas del deseo brutal y quiere resolverse y volver al útero materno y probar de nuevo a nacer en segundo nacimiento otra vez de mito, pero ya sabia y posible.

La tortura no olvidar lo que se quedó esperando. Ve lo que perdió y lo que la dejó arrojada en el esperar, y no halla consuelo. Hace el recuento, el inventario, se hunde en un balance que siempre queda en rojo. Pero como ella sabe esperar cree que puede ser que… Tal vez por todo eso, la poesía de Ana Danich también puede tener y tiene esos borbotones de ternura y esos sacudones de ferocidad sin pesimismo. Aunque junio se caiga con sotanas de ocaso, ella siempre espera.

No concede y sin embargo pide dar y a los gritos se da. Sabe que el amor complica, pero también es consciente de que no hay otra manera de vivir y sabe que tiene que llevar su poesía al otro y darla y entregarla como un don porque es tal vez la única posibilidad de que el otro se entere de su tanto amor que no puede quedar esperando para darse… Por eso es mucho mejor que la tengas, lector, toda junta en este libro que, aunque lleva en su frontis la inscripción Cuerpo de Piedra, es, toda ella, poesía, porque ella es Ana Danich.


Humberto Lobbosco  22 de Septiembre de 2015


sábado, 26 de septiembre de 2015

CUERPO DE PIEDRA - Presentado por Noemí Correa Olivé

Leer la poética de Ana es penetrar en un lenguaje donde no existe un denominador común. Su poesía vigorosa la descubre en guerra consigo misma y contra el mundo de las sinrazones; es la voz potente que en un clima de tensión reclama por el desamparo del dolor que victimiza, es la voz de su propia obsesión militante de la vida con el fuego de una palabra que lapida.

Poesía devoradora de hombres y de injusticias, surge de la inocencia de quien nace cada día, todos los días, a una nueva ilusión, con la fuerza que tienen las mujeres que luchan por sus ideales y no se resignan. Su palabra no es neutral ni cobarde: con la pureza de lo prístino y lo visceral, raspa la verdad hasta el hueso en figuras poéticas notables.

En Cuerpo de Piedra el acto creador surge desde la zona de incomodidad. Muestra una poesía de mirada penetrante acerca de su entorno y de un Uno Mismo sumergido en la culpa, la obsesión y el dolor. Y no hay elipsis, no es una escritura elíptica, pero sí hace gala de imágenes metafóricas asombrosas en hallazgos poéticos de alto vuelo.

La poesía de Ana no registra censura ni misericordia, construye un escenario desgarrador y contundente. Con ilusión de bisturí plantea una posible épica ritual con la pulsión de muerte. Justiciera en todo aquello que la conmueve, esgrime su letra como sable en un evidente esfuerzo por superar el útero materno y una realidad que la acongoja. Para Ana Danich, la poesía es el lugar de la batalla. No traza una simple enunciación de imágenes poéticas con el intento de conmover por su novedad, estética o porque rompe estructuras tradicionales: la poesía de Ana tiene algo para decir y ese algo le lastima el alma y la moviliza. Usa la palabra que va dirigida al corazón del lector para sangrar y cicatrizar heridas que rinden tributo a lo trágico.

También se expresa con maestría desde la antípoda: en la ternura, la pequeñez, lo frágil, lo sutil, la suavidad, en todo aquello que la necesita para recibir su fortaleza abrumadora. Una catarata irrefrenable de imágenes poéticas e ideas delata su sorprendente imaginación.

Como me ha ocurrido con algún que otro autor, mientras leía Cuerpo de Piedra debí regresar con frecuencia a contemplar el  rostro de Ana, para encontrar un correlato, una señal, algo que anticipe o explique la trama asombrosa de su poética.

Ana dice, “la poesía me salva”, y es en esta catarsis donde aparecen, su decisión de no renunciar a las utopías y su compromiso militante en la conflictividad que nos abarca. Aquí encuentra el punto de fuga de su horizonte.

El lector, a través de sus cristales complementará con sus propios significantes esta obra notable que escapa a los cánones comunes y enriquece el repertorio poético de estos tiempos.

Deseo mucho éxito a CUERPO DE PIEDRA, se lo merece. Y quiero agradecerle a Ana por formar parte de los millones de seres humanos que hoy eligen la palabra, y más aún, el lenguaje poético, con compromiso y dignidad para pensar un mundo en el cual todo se pueda resolver en paz, con la transversalidad de la Poesía.

Finalmente te digo, Ana, que es precisamente con la Piedra que el agua se vuelve cantarina.


NOEMI CORREA OLIVE


sábado, 12 de septiembre de 2015

CUERPO DE PIEDRA de Ana Danich

Editorial Ciudad Gótica tiene el agrado 
de invitarlos a la presentación del libro

   "CUERPO DE PIEDRA"

de Ana Danich

Centro Cultural de la Cooperación
San Martín N° 1371 - Rosario

Martes 22 de Septiembre de 2015 - 19,30 hs

Presenta: Noemí Correa
Lectura de su prólogo: Humberto Lobbosco
Lectura de poemas: Ana María Simón Calvo
                                 Carlos Soto Payva
Música: Isabel Puebla

Contratapa: Jorge Ariel Madrazo


sábado, 28 de marzo de 2015

Los blancos (Fader)

El cielo, ese azul que se multiplica y matiza la naturaleza, ese blanco que irradia la fuerza del espíritu, la punta de las zapatillas casi rozando el agua, las manos sobre la falda y entre ellas un libro de poemas, el azul enmarcando el blanco o el blanco desafiando al azul. Esa niña mujer ¿qué está mirando? ¿o acaso está recordando? ese horizonte en que la luz del atardecer, ¿o acaso el la hora de la siesta?, impacta sobre la piedra blanca, sobre el cabello trenzado en dónde anidan los recuerdos. Esa quietud del paisaje y el viento en las nubes pasajeras que escriben tu nombre. 
Este día, esta luz, y la vida esperándote para jugar contigo desde el amanecer.

Ana Danich