Leer la poética de Ana es penetrar en un lenguaje
donde no existe un denominador común. Su poesía vigorosa la descubre en guerra
consigo misma y contra el mundo de las sinrazones; es la voz potente que en un
clima de tensión reclama por el desamparo del dolor que victimiza, es la voz de
su propia obsesión militante de la vida con el fuego de una palabra que lapida.
Poesía devoradora de hombres y de injusticias, surge
de la inocencia de quien nace cada día, todos los días, a una nueva ilusión,
con la fuerza que tienen las mujeres que luchan por sus ideales y no se
resignan. Su palabra no es neutral ni cobarde: con la pureza de lo prístino y
lo visceral, raspa la verdad hasta el hueso en figuras poéticas notables.
En Cuerpo de Piedra el acto creador surge desde la
zona de incomodidad. Muestra una poesía de mirada penetrante acerca de su
entorno y de un Uno Mismo sumergido en la culpa, la obsesión y el dolor. Y no
hay elipsis, no es una escritura elíptica, pero sí hace gala de imágenes
metafóricas asombrosas en hallazgos poéticos de alto vuelo.
La poesía de Ana no registra censura ni
misericordia, construye un escenario desgarrador y contundente. Con ilusión de
bisturí plantea una posible épica ritual con la pulsión de muerte. Justiciera
en todo aquello que la conmueve, esgrime su letra como sable en un evidente
esfuerzo por superar el útero materno y una realidad que la acongoja. Para Ana
Danich, la poesía es el lugar de la batalla. No traza una simple enunciación de
imágenes poéticas con el intento de conmover por su novedad, estética o porque
rompe estructuras tradicionales: la poesía de Ana tiene algo para decir y ese
algo le lastima el alma y la moviliza. Usa la palabra que va dirigida al
corazón del lector para sangrar y cicatrizar heridas que rinden tributo a lo
trágico.
También se expresa con maestría desde la antípoda:
en la ternura, la pequeñez, lo frágil, lo sutil, la suavidad, en todo aquello
que la necesita para recibir su fortaleza abrumadora. Una catarata irrefrenable
de imágenes poéticas e ideas delata su sorprendente imaginación.
Como me ha ocurrido con algún que otro autor,
mientras leía Cuerpo de Piedra debí regresar con frecuencia a contemplar
el rostro de Ana, para encontrar un
correlato, una señal, algo que anticipe o explique la trama asombrosa de su
poética.
Ana dice, “la poesía me salva”, y es en esta
catarsis donde aparecen, su decisión de no renunciar a las utopías y su
compromiso militante en la conflictividad que nos abarca. Aquí encuentra el
punto de fuga de su horizonte.
El lector, a través de sus cristales complementará
con sus propios significantes esta obra notable que escapa a los cánones
comunes y enriquece el repertorio poético de estos tiempos.
Deseo mucho éxito a CUERPO DE PIEDRA, se lo merece.
Y quiero agradecerle a Ana por formar parte de los millones de seres humanos
que hoy eligen la palabra, y más aún, el lenguaje poético, con compromiso y
dignidad para pensar un mundo en el cual todo se pueda resolver en paz, con la
transversalidad de la Poesía.
Finalmente te digo, Ana, que es precisamente con la
Piedra que el agua se vuelve cantarina.
NOEMI CORREA OLIVE
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