SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

jueves, 24 de julio de 2014

SOBRE LOS AMIGOS Y EL MIRLO

Un amigo tenía un mirlo, no sé si ha muerto. Cuando iba a su casa, hablaba más con el mirlo que con los invitados. Extrañezas de pájaros...

ana danich

Reconstrucción:

Tenía un amigo que no sé si murió. Un mirlo iba a su casa y hablaba con él, y con los invitados. Extraña los pájaros.

Un amigo tenía un mirlo. Iba a su casa, que no sé si murió. Más hablaba, más me extrañaban los pájaros. Y los invitados.

Tuve unos invitados que conversaban con los pájaros. Un amigo se extrañaba. No hablaba. Se iba a su casa. No sé si murieron.

Tuve una casa con un mirlo. Un amigo, que no sé si murió, hablaba con él. Sin invitados que se extrañaran.

Tuve un amigo que tenía una casa que tenía unos invitados que traían mirlos. Todos hablaban. Me extrañaba.

Tuve una casa con tantos invitados. Amigos. Mirlos. Extrañezas de pájaros. Se que moriré, casi no me importa.

Raúl Feroglio


Reconstrucción de la reconstrucción:

Extraño al mirlo. Mi amigo hablaba con él. Los invitados se morían de risa.

Los invitados iban a la casa de mi amigo. El mirlo se extrañaba. No sabía si ellos estaban muertos.

No me extraña que todos hablen en la casa de mi amigo. Incluso el mirlo.

Mi amigo no hablaba en su casa. Los invitados no hablaban en su casa. Sólo hablaba el mirlo.

Tanto hablarle del mirlo, mi gata se creyó uno. Salto por la cornisa. Pero no murió, porque voló.

En la casa de mi amigo fluían extrañezas de todo tipo. Cuando habría las ventanas, los invitados entraban, como si fueran mirlos.

Quién tenga un mirlo en su casa, si no habla con él, está muerto...

De extrañezas estoy hecha, mis amigos y sus invitados. Incluso el mirlo.

Extraño a mi amigo y a sus invitados. Huyeron con los pájaros. La casa se mata de risa. Si muero, lo único que me importa es que me extrañe el mirlo.

Ana Danich (de: Contemplación)






domingo, 20 de julio de 2014

Trece maneras de mirar un mirlo que puede ser el Wallace o el mío.

1

el río está quieto
¿habrá muerto un mirlo?

2

la belleza es el mirlo
y sus insinuaciones.

3

a la hora que el mirlo duerme 
el círculo es una linea horizontal
en el límite.

4

sin cerros y sin nieve
el ojo del mirlo
reposa.

5

la pantomima del mirlo
solo en otoño
y lo breve.


un hombre y una mujer
pueden ser uno 
volando junto al mirlo.

7

indescifrable es el mirlo
su vuelo
fantasía de hielo.

8

soy de un solo parecer
en la rama hay un mirlo
que se triplica
y dos espejos.



soy mujer
y un mirlo
escogió mi pie.

10

si un mirlo te complica
no bailes
observa.

11

en mi noche nieva un brillo
un mirlo atardece
su pico un farol
y la luz.

12

agudo grita el mirlo
¿escucharán los charlatanes?

13

Wallace, viajemos por Connecticut
los mirlos son cristales
bajo la luna sin equipaje
no tengo miedo.

Ana Danich   (de: Contemplación)

martes, 15 de julio de 2014

Haikus




Una mariposa aletea
soy trigo
endulzando sus alas.

*

Una abeja sobre el lirio
puede abrir una herida
dulzura en el aguijón.


Ana Danich (de: Contemplación)



PUTREFACCION DE LA MARIPOSA

                                               
No me importa acariciar la sombra
que tiñe con sus alas  mi noche desértica.
Dos manos apretadas se proyectan sobre la pared,
cuando era niña las miraba y no entendía
por qué las alas se movían como si estuvieran separadas
del cuerpo apaisado del insecto. 
Sediento de luz, de aire, de tierra, de cielo,
golpeteando sus alitas sobre el azul cavernoso del silencio,
y era dulce mirarlo así,
era como si  me moviera entre dos mundos
como un pequeño animal sin destino,
con un par de alas que se resistían a ser atrapadas 
por  la lengua de cal de las paredes,
esas noches de invierno en que la niña que fui 
proyectaba sus manos que intentaban volar.

Lo miro, parece una capilla incendiada 
que poco a poco irá desapareciendo
detrás de la oscura pantalla de la noche.
Un cuerpo  aletargado por el insomnio,
descomponiéndose en pequeños gránulos de colores,
putrefacto como el aliento de un marinero come peces
de los mares del norte.

La criatura no descendió bajo la lluvia de la mar,
la criatura tiene pegadas  sus alas  en la pared,
es una niebla que se extingue, desdibuja la danza de los fuegos.
Es una tea que  sucumbe en la noche de Santiago.
Las campanas de ninguna iglesia pueden cerrar una herida,
Alejandra, mariposa.

En el aire restallan sus alas incendiadas
y es una herida que no puede cerrar
y es una herida que no puede
y es una herida.


Ana Danich (de: Cuerpo de Piedra)







Ana Danich - (de Cuerpo de Piedra

(a Alejandra Pizarnik)

ESTE ES MI CUERPO

cuerpo mío, bruma, bocanada de la noche,

entenebrado,

cuerpo mío, elevándote trigal,

campo azotado por la mar,

cuerpo mío, salitre y algas,

hundida en tu fondo, fondeada como un barco,

cuerpo roto concebido al mundo, profanado

en la mesa del sacrificio,

sa cri fi ca do.

Pedregoso cuerpo mío, piedra en el camino,

ciénaga en que arrojo mis ojos vendados,

cuerpo mío, ¿quién tatuó tu vientre?

partición en fragmentos, cuerpo mío,

hostia insaciable en la boca del pecado,

cuerpo mío, insomne,

no caigas cuerpo mío,

cae 

cae.

Ana Danich (de: Cuerpo de Piedra)





sábado, 12 de julio de 2014

HISTORIAS DE INDIA - ANIMALEANDO


Reportando humedad, llovizna y frío. No afuera, sino adentro. Mi  gata desquiciada, salta entre los cables mojados de mi ciudad interior, ¿es necesario decir que es negra?...

La mañana de este sábado zigzaguea como una serpiente de agua entre los muros que alguna vez fueron rocas.  La serpiente no tiene veneno, pero el hombre la mata, por las dudas. Suelen tragarse a los pichones escondidos en sus nidos,  dicen los hombres temiendo ser devorados  por ella y por eso la matan.

Mi gata, de la que no es necesario decir que es negra, también zigzaguea y salpica manchas de sombras en la pared,  parece una serpentina de la noche que  deja su estela en el aire cuando entra por la ventana. El aire de hoy es ciclotímico, ahora se le ocurrió teñir de ocres la luz de una lámpara arrinconada en la mesita de madera con pie de perro.

El perro que es pie de  mesita, ladra tres: ¡guau guau guau! en tono lastimero, él sí que se siente prisionero de la madera tallada. Me acerco y le acaricio la cabeza, el mueve la cola de madera de roble y gime.

India que no es ninguna hindú sino una india con sus patitas mojadas en el río Paraná, se acerca al perro que gime y le lame el hocico. Él vuelve a mover la cola porque no la conoce.

Ella, que es  una artesana de la seducción felina acaricia el lomo del perro de pie de mesita de roble, lo hace con las almohadillas de sus patitas aterciopeladas. Él, abre los ojos bien grande y vuelve a ladrar tres: ¡ guau guau guau!, pero esta vez en un idioma que solo los animales comprenden.


Incluso yo.

Ana Danich


jueves, 10 de julio de 2014

PEQUEÑOS POEMAS A MARÍA C

*

Hay una lágrima que cae
se incendia
entre la llama y el hielo

amiga amiga

no caigas...

*

me pedís que duerma
¿cómo?

amiga amiga

si desde el techo llueven muertos

*

ni whisky ni humo

amiga

podrán resucitarme

*

solo cuando amamos
dijiste
amiga
amamos solo cuando

nos resucitan

*

una gaviota me rozó
con sus alas de fuego
amiga

soy un mar que sangra


ana danich






lunes, 7 de julio de 2014

HERIDA


Si fuera un titán, mi vida
me arrancaría la lengua
y la cosería en tu boca
para que me nombraras

pero  soy un pájaro herido
mudo en mi jaula
solo eso, mi vida


y digo no.



Ana Danich  (de: Contemplación)

martes, 1 de julio de 2014

DULCES SUEÑOS

-Estamos solos, gil- le responde mi amigo a un amigo que le cuenta sobre una amante que lo abandonó hace unos días.

El tipo masca un chicle y escupe su saliva en la pantalla, espera que su amigo le responda, pasan los minutos y nada. Se levanta y va directo al balcón minúsculo, enciende un cigarrillo, camina seis pasos hacia un extremo, vuelve sobre sus pasos, mira el muro del edificio de al lado que se levanta ante sus ojos, lo ve arruinado. Le recuerda a él.

Vuelve para ver si su amigo le respondió. Piensa que tal vez el otro ha tenido una urgencia que lo hizo desistir de responder. O quizás está pensando que decirle. Espera pacientemente mientras el minutero avanza impasible con ese tric trac de hierros vencidos; el mismo ruido que hacen sus dientes cuando la madrugada avanza y el sueño que está sentado cómodamente  en la mesa de luz lo mira burlándose como  un clown que disfruta viéndolo padecer.  Piensa en sus huesos que se asemejan a ese reloj desvencijado, atrapado por un tiempo que se ha ido esfumando sin que él haya tomado nota.

Piensa  en aquellos  que miraban el  programa: “Solos en la   madrugada” de la Tv española,  hace 36 años, e intenta recordar las palabras de los que como él alguna vez hablaron de la agonía que sintieron cuando se sentaron frente al micrófono.  Ahora, (se lamenta), todo eso que sentí alguna vez   se transformó frente a  una pantalla de Pc,  que nos traga como si fuéramos animales desollados y metidos en esa máquina  que nos tritura como a un pedazo de carne inservible.

-A nadie parece importarle, che.- reclama para sus adentros.

Su interior es un territorio que implosiona  con un estruendo que rasga la pared de sus cavidades. Cientos de bombas estallan dirigiendo esquirlas a las zonas más sensibles. La espera se convierte en un aliento nauseabundo que cae como una bruma sobre su cuerpo.

Mientras espera se distrae mirando fotos y piensa en los que están del otro lado. Enceguecido por el resplandor de la pantalla cierra los ojos, su cabeza cae hacia adelante y de su boca pende un hilo de saliva que se desliza lentamente hasta impregnar el cuello de su camisa. Lentamente la tela va humedeciéndose hasta pegarse en el pecho.  Percibe el olor amargo que se ha formado entre el contacto del líquido pegajoso y el sudor de su cuerpo. El hedor lo hace reaccionar. Levanta la cara justo en el momento en que por la pantalla pasa un rostro amoratado. Es el de un hombre de 50 años con la cara ametrallada en algún lejano país de medio oriente. Confundido no sabe si está atravesando el entresueño o es el reflejo de ese hombre que muere con una piedra en la mano.

El minutero  avanza disparando diez  Drones cargados de misiles. Sobrevuela un estado de guerra adentro de su cabeza.

Regresa al  balcón, enciende otro cigarrillo y  mira nuevamente  el muro gris que se yergue frente a sus ojos.

-Ésta es una pared del tiempo de ñaupa, che - Dice, hablándose a sí mismo.

Examina con un ademán la altura del muro como lo hace cada madrugada. 

Se calza las botas y sube los 10 pisos hasta la azotea. Un viento golpea su cuerpo que se bambolea como  el nido de un bicho canasto. Grita, ¡amada mía!, creyendo que tal vez el viento oficiara de mensajero. –Pobre iluso- susurra con un gesto inhumano masticado entre los dientes.

-Estamos solos…che.- Repite. (Las cosas que hace la gente cuando se enamora)            
Un segundo antes… vuelve a gritar.  -Dulces sueños, querida mía.

-¡Dulces sueñooooooooooooooooos!-

Ana Danich (de: Veinte Cuentos en Cuclillas)