Reportando humedad, llovizna y frío. No afuera, sino
adentro. Mi gata desquiciada, salta
entre los cables mojados de mi ciudad interior, ¿es necesario decir que es
negra?...
La mañana de este sábado zigzaguea como una serpiente de
agua entre los muros que alguna vez fueron rocas. La serpiente no tiene veneno, pero el hombre
la mata, por las dudas. Suelen tragarse a los pichones escondidos en sus nidos,
dicen los hombres temiendo ser
devorados por ella y por eso la matan.
Mi gata, de la que no es necesario decir que es negra,
también zigzaguea y salpica manchas de sombras en la pared, parece una serpentina de la noche que deja su estela en el aire cuando entra por la
ventana. El aire de hoy es ciclotímico, ahora se le ocurrió teñir de ocres la
luz de una lámpara arrinconada en la mesita de madera con pie de perro.
El perro que es pie de mesita, ladra tres: ¡guau guau guau! en tono
lastimero, él sí que se siente prisionero de la madera tallada. Me acerco y le
acaricio la cabeza, el mueve la cola de madera de roble y gime.
India que no es ninguna hindú sino una india con sus
patitas mojadas en el río Paraná, se acerca al perro que gime y le lame el
hocico. Él vuelve a mover la cola porque no la conoce.
Ella, que es una
artesana de la seducción felina acaricia el lomo del perro de pie de mesita de
roble, lo hace con las almohadillas de sus patitas aterciopeladas. Él, abre los
ojos bien grande y vuelve a ladrar tres: ¡ guau guau guau!, pero esta vez en un
idioma que solo los animales comprenden.
Incluso yo.
Ana Danich
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