No me importa acariciar
la sombra
que tiñe con sus
alas mi noche desértica.
Dos manos apretadas se
proyectan sobre la pared,
cuando era niña las
miraba y no entendía
por qué las alas se
movían como si estuvieran separadas
del cuerpo apaisado del
insecto.
Sediento de luz, de
aire, de tierra, de cielo,
golpeteando sus alitas
sobre el azul cavernoso del silencio,
y era dulce mirarlo
así,
era como si me
moviera entre dos mundos
como un pequeño animal
sin destino,
con un par de alas que
se resistían a ser atrapadas
por la lengua de cal de las paredes,
esas noches de invierno
en que la niña que fui
proyectaba sus manos
que intentaban volar.
Lo miro, parece una
capilla incendiada
que poco a poco irá
desapareciendo
detrás de la oscura
pantalla de la noche.
Un cuerpo aletargado por el insomnio,
descomponiéndose en
pequeños gránulos de colores,
putrefacto como el
aliento de un marinero come peces
de los mares del norte.
La criatura no
descendió bajo la lluvia de la mar,
la criatura tiene pegadas sus alas en la pared,
es una niebla que se
extingue, desdibuja la danza de los fuegos.
Es una tea que sucumbe en la noche de Santiago.
Las campanas de ninguna
iglesia pueden cerrar una herida,
Alejandra, mariposa.
En el aire restallan
sus alas incendiadas
y es una herida que no
puede cerrar
y es una herida que no
puede
y es una herida.
Ana Danich (de: Cuerpo de Piedra)
Ana Danich - (de Cuerpo de Piedra
(a Alejandra Pizarnik)
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