SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

jueves, 29 de mayo de 2014

Animal


Escribo desde mi rincón más inhumano 
¿es un animal quién me escribe o escribo al animal ? 


Ana Danich (de: Contemplación)

martes, 27 de mayo de 2014








  1. salta al vacío
  2. sensibilidad

  3. parcela del vacío
    imaginación

    aventura del vacío
    el arte

    entre la vigilia y el sueño...
    el vacío

    ¿por qué?

lunes, 26 de mayo de 2014

de gobiernos, discursos y dioses

Cuál es el problema? Todos los discursos son políticos, incluso los que hablan de dios.  Detrás de cada discurso la palabra abre caminos, depende de cada uno interpretarlo a su medida. Yo soy atea, pero no me molesta que hable de dios. Dios no tiene nada que ver con la iglesia católica o cualquier otra iglesia. Cuando se habla de dios, se habla de un ser superior que hasta hoy nadie puede asegurar que exista, pero tampoco nadie puede asegurar que no exista. La creencia del ser humano es prototeológica, o sea, es anterior a la invención de los dioses. Dios no hubiese existido si el primer hombre que era casi un simio, no hubiese observado los fenómenos de la naturaleza y descubierto que algo superior existía o no. Hay que saber separar la paja del trigo. Hay que aprender a abrir la cabeza.

Ciruelas, vino, nueces y el polonio de Luis

Solo quiero hacértelo saber


I

Que me he comido
las ciruelas
que estaban 
en la heladera

y que 
probablemente tú
guardabas
para el desayuno

Perdóname
eran tan deliciosas
tan dulces 
y tan frías.

                                   William Carlos Williams

II

William Carlos Williams

tus 
ciruelas
               gracias

yo soy 
del 
vino, blanco,
helado

si gustas?

                                   Carlos Piccioni


III


Me comí
el polonio
que estaba en el congelador

y que
probablemente
guardabas 
para envenenarte

perdóname
estaba delicioso
tan áspero 
y tan frío


Luis Eduardo García


IV


Queridos


ya que no han dejado
ciruelas ni vino 
sobre la mesa
me he comido las nueces
de la última cosecha
sé que las guardaban 
                                para la cena

¡qué pena!


y el polonio, Luis
aprovéchalo vos
no vaya a ser que lo áspero

resulte delicioso…



                                  Ana Danich




domingo, 25 de mayo de 2014

LA VENTANA


Esta noche,  mi madre me ha dejado sola. Tal vez regrese de madrugada. Cierro los ojos e intento conciliar el sueño. Me esfuerzo en vano. El sonido imponente del viento que corre por los pasillos  acelera mi pulso y  estremece mi corazón que late sin poder contenerse.

Los muebles vetustos se elevan como estatuas amenazantes, sus sombras gigantes me rodean. Se acercan y resuenan sobre el piso de madera, chasquean en  cada paso  su látigo siniestro. En cada crujir  el terror me envuelve con un abrazo de pavor que hiela mi sangre.

Tengo entre mis manos un crucifijo, lo aprieto sobre mi pecho y rezo. Con un largo lamento le suplico que no me desampare, que esta noche no sea una más de tantas  en  que las sombras infernales se apoderan de mí.

En un rincón de la habitación, sobre los estantes, las muñecas de mi niñez reflejan sus cuencas vacías en los vidrios de la ventana dibujada en la pared. Sus oscuras cuencas dormitan,  pobladas con  arañas que eligieron aquel espacio como morada. Su último destino.

Mi madre cerró la habitación con llave y me dejó atrapada aquí  sin poder escapar de mis pesadillas  pobladas de fantasmas que transitan a su antojo por  los  recovecos. Sus cánticos macabros emulan tañidos de campanas que se elevan desde el infierno tan temido.

La ventana me mira como un ojo negro dibujado en la pared.

-¿Podré escapar por ahí?-

Cavilando el temor de lo que pudiera encontrar del otro lado, mi cuerpo se contorsiona brutalmente porque sé que seres malévolos  me esperan para llevarme hacia el vacío de la nada.

¡Escalofrío!

La ventana me dice: ¡Atrévete!, imitando con su lengua un quejido funesto que contrae mis manos y crispa mis nervios como si estuviera dentro de una tumba en la que me han encerrado viva.

El crucifijo que tenía apretado sobre mi pecho se ha roto en dos pedazos y el Cristo de metal cayó sobre el piso. Busco con mis dedos debajo de la cama y no lo encuentro.
Dios, definitivamente me ha abandonado.

Un grito suplicante reverbera en las paredes del cuarto, apaga por segundos los sonidos que invaden la casa como almas perdidas que buscan una estancia donde descansar de una travesía solitaria.

La ventana me mira desafiante.

Doy un salto y la abro.

Miro el terreno baldío y pienso en la suerte que me espera. Me interno entre el follaje de los arbustos que se contorsionan al compás del viento helado. Mis pies descalzos resbalan sobre el suelo viscoso, plagado de larvas sin sepultura que proliferan en la noche y reptan por mi piel.

Agonía.

Me arrastro sobre las hojas húmedas y miro hacia atrás, hacia la ventana que permanece abierta. En sus vidrios se refleja la pálida luz de una vela que ríe irónica burlándose de mi desconcierto.

Y en este momento de indecisión, acompañada sólo por las tinieblas de mis pensamientos  mi mano toca un borde y luego el vacío de un pozo en donde caigo vertiginosamente, sin resistirme, a las profundidades del sueño que me salvará de mis terrores hasta el siguiente día cuando llegue la hora de sumergirme nuevamente en el abismo.

Y otra vez,  ELLOS, estarán esperándome…


Ana Danich  (de: Veinte Cuentos en Cuclillas)









(Ellos, los secuestradores)

martes, 20 de mayo de 2014

Destino


mi destino escrito
cuidar otro hijo
sin haberlo parido

qué otra soy
sino eso
nido y pájara

para mis niños.



Ana Danich (de: Contemplación)

lunes, 19 de mayo de 2014

nada más bello que la hora en que todos duermen
oh vanidad
ninguna hora mejor que la hora en que todos comen
oh gula

me iré a caminar los caminos del insomnio
ten por seguro que no volveré

oh miserable sombra

no vuelvas

el camino ha sido tapiado

no regreses

Ana Danich 19 Mayo 2014

INDIA

juega el amor su escondite
esta noche
bajo la lluvia Vivaldi

es fuego


Ana Danich

domingo, 18 de mayo de 2014

MI GATA

duerme mi gata en la penumbra

tornase azabache en este instante

el otoño precipita los encantos

la miro pequeñita y cobijada

parece un lirio negro bajo el cielo

oración de la noche y su misterio



Ana Danich (de: Contemplación)



viernes, 16 de mayo de 2014

NO CUALQUIERA

Entrar a un gimnasio a las 8 de la mañana es como entrar a una jungla de esas que las mujeres pensamos  se había extinguido.

El tufo  de los cuerpos masculinos es lo primero que impacta en el olfato. No es que a nosotras no nos guste el olor a macho alzado, no es que a nosotras no nos guste el sudor corriendo por su piel, no es que no nos guste la excitación que provocan sus feromonas. Es otra cosa.

 Subís a la cinta y mirás cómo él está corriendo como un caballo en la de al lado. Salpica sobre tu cara la transpiración de un cuerpo recién levantado de la cama,  con ese sabor salado de semental que la noche anterior estuvo dándole con todo a su hembra. Te salpica la cara e imaginas  que ese cuerpo anoche estuvo arriba tuyo,  mordiendo tu cuello con la ferocidad de un animal que penetra tu carne con sus dientes afilados.

Lo pensás como a un chimpancé que salta entre los árboles con su miembro duro como una roca, buscando a la hembra, cualquier hembra que satisfaga sus instintos primitivos. Él entra al combate de la misma manera en que entra ese primate omnipotente. Entra al combate después de haber pasado por una ardua lucha entre contrincantes. Entra al combate con la brutalidad y la seguridad de que la hembra, tarde o temprano, cae extenuada frente al poder de la fuerza y se rinde, porque ella sabe que no puede luchar contra la embestida de un simio caliente que la busca hasta poseerla.

 La hembra huye al sector de pesas creyendo que éstas aumentarán su fortaleza,  cuando logra instalarse en el lugar en donde piensa podrá adquirir la fuerza para aprender a defenderse, ahí aparece otro  con sus onomatopéyicos gritos de simio angustiado. Y la hembra lo ve exhibiendo su torso abultado por años de ejercicios eróticos, y escucha su alarido gutural: ¡uh…ah…uh…ah!  Ella escucha los gritos que salen de su boca sombría como una caverna. Piensa en su fuerza siniestra doblegando a la mujer que no ha aprendido a amar,  porque los simios no aman, fornican. Piensa en la mujer que se contrae debajo  del simio que la asfixia, la quiebra como se quiebra un tallo de hierba con el viento implacable del invierno.  Su cuerpo estremecido por interminables espasmos de dolor.

Y la hembra se pregunta: ¿así somos amadas?.  La hembra no sabe responder esa pregunta, ella sólo sabe que debe huir de esa selva en dónde los hombres como monos apetecen y se adueñan de lo deseado. Sabe que antes de salir debe atravesar un pasillo estrecho de miradas masculinas.

A la distancia ve la mesa con 8 simios desayunando. Porque parte del ritual es sentarse allí  y hablar de nosotras.  Ella se atreve a pasar por ahí porque no existe otro camino hacía la libertad. Pasa, y al pasar escucha los sonidos que salen de sus lenguas, chasquidos semihumanos que hablan imperfectamente, imparcialmente, inapropiadamente, del cuerpo de la hembra que han poseído la noche anterior.

Los miro, pienso y hasta me gustaría decirles: A nosotras nos gusta sumirnos bajo el fuego de la pasión. A nosotras nos calienta el macho posesivo que deshace nuestro cuerpo en la contienda. A nosotras nos vuelve locas que nos laman, mastiquen, penetren y metan sus lenguas en nuestros orificios. Nosotras gozamos en carne viva cuando el simio rasga con sus manos poderosas la filigrana de nuestra piel.


Pero no cualquiera, señores. No cualquiera.

Ana Danich 16 de Mayo de 2014


martes, 13 de mayo de 2014

lo que conmueve de las bocas de la noche es su transcurso...el cuerpo atado, arrodillado, suplicante, preso de un amor que es tormenta aunque nunca hojarasca que se extravía en las callejas laberínticas...no, este amor, plasmado aquí, donde la contienda de los cuerpos batallan la dulzura de una guerra de pasión, trasciende el amor vulgar, lo cotidiano, lo inmundo del amor mediocre de las mayorías, y se instala en mi cuerpo, en mi alma, como si fuera un poderoso titán que viene a gritarme ¡ aprovecha el día! y después me arranca la vida, porque no hay más...no, no hay más, después de amarte, sólo el silencio...

Ana Danich 


sábado, 3 de mayo de 2014

ESPERA


¿Qué tejes Penélope mientras esperas a Odiseo?

-Tejo señales-

¿Qué miras Penélope mientras esperas a Odiseo?

-Miro a las sirenas-

¿Qué piensas Penélope mientras esperas a Odiseo?

-Pienso cómo acabaré-

¿Qué escuchas Penélope mientras esperas a Odiseo?

-Escucho a las piedras-




ana danich 3/05/2014