SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

lunes, 23 de junio de 2014

LUNES OTRA VEZ

Lunes, 6 de la mañana. Despierto escuchando las gotas que caen sobre la chapa del aire acondicionado.  Enciendo la luz, un maullido se desliza por la hendidura de la puerta de mi habitación. Abro los ojos, me pesan, el lagrimal esta seco, anoche una avispa depositó su veneno ahí y arde.

Apoyo un  pie en el suelo. El frío del parqué muerde la punta de mis dedos. Los contraigo. Deslizo mi mano por los bordes de la pared, una sensación de vacío me envuelve como si no hubiera luz que alcanzara a despejar el camino.

El cuerpo me pesa como un saco humano embestido en el ring. Un fuerte dolor golpea mi nuca mientras camino por la habitación. Mis piernas entumecidas se resisten a ejecutar la opereta de todos los días.  Siento que el piso en un segundo se transforma en un colchón de hojas  mullidas como si en breves instantes se hubiese  aglomerado aquí el otoño muerto hace dos días. Es invierno y ellas vinieron  para resguardarse del frío que sacude las ramas de los árboles.

Escucho una puerta que se abre en el departamento vecino. Introducen una llave que golpetea en la concavidad de la cerradura. Los niños comenzaron a  quejarse resquebrajando el silencio de la madrugada. Confundo sus llantos con el  de un gato encerrado en el cajón de una cómoda.

Muerdo una hebra de piel que sobresale de mi dedo índice. La sangre corre por la uña y el dolor perfora. En la cocina, lleno una taza con vinagre y lo introduzco, me tapo la boca para que no se escuche el alarido. He provocado el tormento con el mismo placer que siente un niño destripando la muñeca de su hermana. Lamo mi dedo después del sacrificio y lo escruto como si él fuera a contestar  las preguntas que jamás nadie hizo. Me responde en carne viva.

La mañana con su runtuntún golpea la ventana. Es lo que estaba esperando.



Ana Danich

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