Preso en la hojarasca un topo rojo asoma sus manitas aterciopeladas,
sus dedos forcejean el amarillo quebradizo de las páginas, impulsa de arriba a
abajo su cuerpo lanudo desperezándose del sueño dormido tantos años,
eleva su lomo con la fuerza de un titán. Una luna sabatina asoma su corona de hielo sobre los tejados citadinos.
La
madrugada se desvanece a fuego lento.
La pila de libros que
carga sobre su espalda se resiste a trastocar el azar que unas manos inexpertas ordenaron sin pensar.
Atrapado entre labios
morenos que alguna vez sentenciaron higos veraniegos y unos ojos fluorescentes
matizados de azulinos trazos, su lomo rojo azul de letras negras reluce
olvidado. Mis dedos lo resucitan de la asfixia del amor, desciende suavemente
los escalones de la historia, Platón le
hace un guiño con un ojo sabio que se hunde en el abismo, Friedrich apoya su
bigote evitando que tropiece, los poetas le tienden una alfombra de
luciérnagas.
Peldaño a peldaño se desliza sobre la mesa,
reclinándose extenuado sobre la madera
que fulgura las primeras luces del amanecer. Dos alitas maquilladas de lágrimas emergen de sus hojas, es una
mariposa recién salida del capullo, minúsculas partículas esparcen destellos
dorados sobre el aire enrarecido,
inquietas sobrevuelan mi
impaciente cabeza, giran, saltan, se deslizan por el tobogán de mis cabellos,
se posan en mi hombro y susurran secretos con una tenue voz de magas y
hechiceras.
Gira la escalera del
tiempo y un cuervo da tres picotazos a
mi mano para abrir la puerta… Cada página es una carta que lee el porvenir de
mi pasado.
Se estremecen las hadas
y el ámbar de sus cuerpos etéreos se posa en mis pestañas salpicadas de un arcoíris resplandeciente.
Enciendo la fogata en mi palma invernal.
Las llamas danzan multicolores iluminando las letras que tintinean desordenadas en cada acento, las notas
musicales de Orfeo.
Una brisa pretérita alimenta el fuego sacro, signando el silencio con su colosal imagen.
Sus alas rozan las
oscuras ojeras de la noche.
Caracolea su nombre en la danza nupcial de los flamencos…
y yo lo repito como un eco…“ Boris Vian…Vian…Vian…”
Ana Danich (de: Cuentos para contar a niños)
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