SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

martes, 15 de mayo de 2012

Con V de Vian


Preso en la hojarasca  un topo rojo asoma sus manitas aterciopeladas, sus dedos forcejean el amarillo quebradizo de las páginas,  impulsa de arriba  a  abajo su cuerpo lanudo desperezándose del sueño dormido tantos años, eleva su lomo con la fuerza de un titán. Una luna sabatina  asoma su  corona de hielo sobre los tejados citadinos. 

La madrugada se desvanece a fuego lento.

La pila de libros que carga sobre su espalda se resiste a trastocar el azar que  unas manos inexpertas ordenaron sin pensar.

Atrapado entre labios morenos que alguna vez sentenciaron higos veraniegos y unos ojos fluorescentes matizados de azulinos trazos, su lomo rojo azul de letras negras reluce olvidado. Mis dedos lo resucitan de la asfixia del amor, desciende suavemente los escalones  de la historia, Platón le hace un guiño con un ojo sabio que se hunde en el abismo, Friedrich apoya su bigote evitando que tropiece, los poetas le tienden una alfombra de luciérnagas.

 Peldaño a peldaño se desliza sobre la mesa, reclinándose  extenuado sobre la madera que fulgura las primeras luces del amanecer. Dos alitas maquilladas  de lágrimas emergen de sus hojas, es una mariposa recién salida del capullo, minúsculas partículas esparcen destellos dorados sobre el aire enrarecido,  inquietas  sobrevuelan mi impaciente cabeza, giran, saltan, se deslizan por el tobogán de mis cabellos, se posan en mi hombro y susurran secretos con una tenue voz de magas y hechiceras.

Gira la escalera del tiempo y  un cuervo da tres picotazos a mi mano para abrir la puerta… Cada página es una carta que lee el porvenir de mi pasado.

Se estremecen las hadas y el ámbar de sus cuerpos etéreos se posa en mis pestañas  salpicadas de un arcoíris resplandeciente. Enciendo la fogata en mi palma  invernal. Las llamas danzan multicolores iluminando las letras que tintinean  desordenadas en cada acento, las notas musicales de Orfeo.

Una brisa pretérita  alimenta el fuego sacro, signando  el silencio con su colosal  imagen.

Sus alas rozan las oscuras ojeras de la noche.

 Caracolea  su nombre en la danza nupcial de los flamencos… y yo lo repito como un eco…“ Boris Vian…Vian…Vian…” 

 Ana Danich (de: Cuentos para contar a niños)





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