SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

sábado, 13 de octubre de 2012

HISTORIA DE LETRAS DESOBEDIENTES





Esa deliciosa exaltación que se produce cuando alguien comienza a redactar una historia. Nuestras percepciones giran como hamacas voladoras en las penumbras de un parque de diversiones deshabitado que comienza a funcionar accionado por una mano misteriosa, tal vez la de un niño perdido que no puede encontrar el rumbo o la de un ángel que andaba dando vueltas por ahí deambulando en el silencio de las carpas que alguna vez cobijaron payasos y sorpresivamente toca la palanca y en ese minuto todos los juegos comienzan a hacer sonar su chirrido de latas oxidadas y sin querer se encienden las luces de la feria y los caballos suben y bajan girando al compás de la música de la calesita confundida por la nueva oportunidad de resucitar su mítica leyenda de giros y contra giros y la algarabía de los niños intentando apoderarse de la sortija que promete otro vuelo por el mundo de las fantasías. Porque una historia puede comenzar así o tal vez puede comenzar con letras que dan brincos en el aire y se resisten a quedar atrapadas en el papel que las mira resignado sin perder la paciencia… desde un lugar que hasta ese momento se siente desahuciado y sin embargo espera perseverante que las letras vuelvan a posicionarse en fila india dentro de sus renglones y no le importa que de vez en cuando alguna se rebele como hace la “h” cuando pega unas pataditas a la vocal que siempre fue disciplinada y como un soldado de caballería se somete dócilmente a la orden del general. Porque las letras son así no todas han tomado clases de obediencia y una que otra vez alguna de ellas toma una siesta y duerme el sueño eterno de los justos y otras se acercan al alfeizar de la ventana para danzar tomadas de la mano con las gotas de lluvia que las distraen del trabajo de formar una palabra. Aunque siempre vuelven porque saben que sin ellas las manos callosas del invierno no podrán contar la historia de la que son el principal obrero, vuelven al papel a construir el edificio gigante de la imaginación. Por eso vuelven y no por otro motivo, porque saben que sin ellas el pensamiento terminará acovachado en ese lugar donde el vacío de la mente congela sin razón el mundo imaginal de las ideas y ellas perderían el protagonismo de formar parte de esa historia que algún día llegará a ser contada.

Ana Danich 7/08/2012

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