Nosotros los rabiosos masticamos las uvas de la ira,
besamos los
pies helados de la muerte,
desobedecemos
las prácticas de la ley.
Nosotros los odiosos fumamos la pipa del rencor,
vagamos entre
sombras calcinadas y disturbios,
desnudos caminamos entre las brasas de la fe.
Sin lágrimas ni paisajes de amores condenados,
como perro hambriento mordemos el cuello
de la tibia oveja que no quiere descarriarse.
Nosotros, oímos el grito furioso de la horda
silenciamos la orgía brutal de las monedas.
Nosotros somos los malditos, no leales
no armoniosos, no prudentes de la iglesia
que amanceba al animal y lo redime
como a vaca que muge su vergüenza
y se entrega al sacrificio de la gloria.
Nosotros somos los que otros no, sin culpa
clavamos el estilete en los párpados del ciego
y revelamos si existe un otro lado de sus ojos.
Ana Danich
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