Con el leve trazo de tu dedo
descorres las cortinas de mi sueño
tras la turbia empañadura del espejo
velado por el devenir del tiempo.
Desde donde miras
existe una distancia que se mide
por el aletear de un ave
entre nido y nido,
de un arrullo al otro
se extinguen lentamente
las notas del silencio.
Cada mañana
se enciende el día
entre dos ventanas
mientras
un esbozo de luz
ilumina las sonrisas,
augurando el asombro,
a las nueve en punto.
Para descubrirte
y descubrirnos,
conjeturarnos, en la intimidad
de la cotidianidad horaria
que nos menciona,
sin nombrarnos.
A.M.D
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