SOLO LAS PALABRAS QUE MERECEN EXISTIR, SON LAS PALABRAS MEJORES QUE EL SILENCIO.

miércoles, 11 de julio de 2012

OBSTINACION




Esta obstinación. Esta maldita obstinación de no querer escribir una palabra. Bebo una copita de licor de chocolate para entonar las neuronas. Siempre el licor me ayudó  a desprenderme de la loca obstinación de no querer escribir. Soy un espantapájaros que toca con su mano de hierba seca el centro del espejo que la devora  con su boca polar,  y me quedo sin mano, y luego, el  cuerpo entero se mete más y más adentro del espejo que me absorbe lentamente hasta dejar la habitación vacía. Y  yo veo desde el otro lado el viejo tocadiscos de mi madre, veo como el brazo se levanta en el aire por quién sabe que misterio de la física y coloca la púa sobre el disco rayado de mi adolescencia,  y no puedo hacer mas que mirarlo, desde un lugar que no sé si me dejará regresar a ese universo de palabras; que se resiste a imitar la metamorfosis que se está dando en este otro lado, como una partitura que repite el trino de las aves en el invierno gélido de los huesos. No hay caso, tengo que decidirme y volver sobre mis pasos, aferrarme fuerte del marco ovalado y saltar, porque de este lado no hay lápiz ni papel, de este lado soy una anciana que roe los antiguos recuerdos y las malas mañas que formaron parte de mi vida. Una fuerza sujeta mi mano que duda y compruebo que la precisión de Dios es infalible,  siempre es implacable cuando determina que debo escribir una palabra a pesar de mi obstinación… y yo lo dejo, dejo que decida por mí, después de todo, de este otro lado no existe ni papel ni lápiz, ni dedos, ni manos, ni recuerdos que digan lo que tengo que decir y ese, definitivamente, será el único motivo por el que me atreva a regresar a esa habitación donde las penumbras crujen, emulando las bisagras de mis sueños.

Ana Danich

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